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Oliver Coronado Paz

EL ARTE: UNA HERRAMIENTA PARA LA PAZ EN MÉXICO


La cultura no es un acto egoísta, sino por el contrario, se convierte en un elemento de unidad en el momento de manifestarla. Y solo los pueblos unidos son capaces de progresar, de crear reformas estructurales de transformación equitativa y en paz.

Desde hace unos años, México se ha convertido en uno de los países más violentos, no sólo de Latinoamérica, sino del Planeta; esto, desafortunadamente, no es una noticia nueva o desconocida para la mayoría de nosotros.

La nueva publicación del Índice de Paz México[1] (Institute for economics, 2016), que se edita anualmente desde 2007, presenta que el pasado 2015 (año más reciente de investigación) mostró un avance del 0.3% en los niveles de paz en el país, el menor en los últimos cinco años; y destaca que lo anterior se debe a la disminución de 10% en la tasa de delitos con violencia y de 8% en la tasa de crímenes de la delincuencia organizada. Sin embargo, el mismo informe resalta que lo mencionado se contrarresta “por el deterioro en el indicador de presos sin condena, delitos cometidos con armas de fuego y tasa de homicidios. Esta última aumentó 6% en el último año” (Institute for economics, 2016).

Y por encima de las estadísticas mostradas, lo que los mexicanos vivimos todos los días con respecto a la violencia (lo publicado en los medios de comunicación y, sobre todo, lo que con nuestros propios ojos observamos) nos ratifican la necesidad de estrategias de paz dentro de los municipios, estados y nación.

Esta terrible realidad ha querido ser atacada, desde las instancias de gobierno, incrementando el presupuesto a la partida de seguridad pública en enormes cantidades. Según un estudio elaborado en 2015 por el Laboratorio de Políticas Públicas Ethos, llamado “Gasto inteligente en seguridad, diagnóstico y propuestas”[2], el presupuesto anual que a nivel federal se destinó a dicho rubro entre 2001 y 2013 subió 200%, y el de los estados se incrementó un 97 por ciento; tan solo en el último año de dicho estudio se destinaron 219 mil 930 millones de pesos a acciones de seguridad, lo que representó el 7.7% de todo el gasto público de ese año, cantidad superior al 6.4% del gasto en salud, o al 1.3% que se invirtió en ciencia y tecnología. Más de más de 2 billones de pesos para hacer frente a este fenómeno social, distribuidos en operativos para perseguir y disuadir delitos, defensa nacional, administración de las cárceles, acciones de la Marina para defender la soberanía, gastos administrativos, investigación de delitos, entre otros (Laboratorio de Políticas Públicas Ethos, 2015) .

A pesar de estos esfuerzos, que el Gobierno Federal ha impulsado desde la entrada del nuevo siglo hasta la fecha, y la llamada “Guerra contra el Narcotráfico” que el presidente Felipe Calderón Hinojosa lanzara en 2006, las estadísticas que el mismo Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad (SESNSP)[3] arroja, se contraponen a la supuesta intención de las autoridades, ya que reflejan que 2001 (Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, 2001) se registraron 13 mil 855 homicidios dolosos cifra que se elevó en 2013 un 206%, ya que se presentaron 18 mil 331 denuncias; los secuestros también presentaron un incremento de 336%, puesto que pasaron de 505 denunciados a mil 698 en ese lapso (Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Segridad Pública, 2013).

Está probado, creo, que apostarle, por lo menos económicamente hablando, al armamento y las instancias de seguridad, no está funcionando. Por supuesto, usted me dirá que el problema no está, solamente, en las fuerzas armadas, sino en la impunidad, la corrupción y la falta de ánimo del Gobierno a aplicar la ley a quien lo merece; ¡claro!, estoy totalmente de acuerdo.

Seguro el esquema de políticas públicas que siguen beneficiando simplemente a grupos económicos particulares y menospreciando al común del pueblo, es parte más que fundamental para entender los orígenes de esta situación tan perjudicial para todos, pero más para los miembros de los grupos vulnerables de la historia nacional. El hombre, la mujer, se siente trasgredido en su integridad al no poder alcanzar ni siquiera lo básico (alimentación y vestido, por ejemplo), debido a los esquemas económicos en los que se nos ha sumergido.

Desafortunadamente, como sociedad hemos permitido que tales esquemas impuestos trasgredan mucho más: nuestra sensibilidad de empatía con el otro, nuestro sentido de comunidad, nuestro ánimo de progreso en colectividad, nuestra visión de unidad. Todos estos, elementos han sido vitales fortalezas desde nuestros pueblos originarios, que, a la fecha, se reconocen a sí mismos en el otro. Un hombre, una mujer, que se permite vivir lo anterior es incapaz de “clavar” una bala en la cabeza de nadie, no es apto para dañar al otro, pues entiende que, de una u otra manera, se daña a sí mismo; por el contrario, busca mecanismos que le promuevan a él y a los que tiene alrededor.

Ante esta situación de falta de empatía con el otro, que puede ser uno de los principales orígenes de la violencia desatada, la cultura y el arte, vividos a profundidad, se presentan como herramientas simples que estimulan al individuo adentrarse en la esencia del ser humano; le permiten entenderse conectado con los demás seres humanos con los que convive, y, lo mejor, le permite ofrecer dicha experiencia a esos mismos seres humanos. La cultura no es un acto egoísta, sino por el contrario, se convierte en un elemento de unidad en el momento de manifestarla. Y solo los pueblos unidos son capaces de progresar, de crear reformas estructurales de transformación equitativa y en paz.

Esta aseveración dentro de una sociedad que todo lo ha “metalizado”, suena un poco (o mucho) mítica, idealista e incluso cursi, pero quien escribe estas letras no es el único que considera este pensamiento. Tenemos el caso de Patricia Tovar, antropóloga cultural originaria de Colombia, quien en su artículo “Una reflexión sobre la violencia y la construcción de la paz desde el teatro y el arte” (2014)[4] asevera que el arte tiene poder para promover la paz debido a su carácter emotivo. La misma autora retoma el análisis que Susan Sontang (1990) hiciera en su ensayo sobre el mismo tema al decir que “la cámara (en referencia al arte de la fotografía) también captura e interpreta la realidad, (y) puede mostrar la violencia o la miseria de manera estética removiendo su esencia” (Tovar, 2014), dejando entender que la práctica de dicha actividad artística puede llevar al fotógrafo y al espectador a transformar lo violento en belleza, ofreciendo como aprendizaje la consecuencia de ello, sin vivirlo.

La antropóloga, en su análisis nos plantea que para erradicar la violencia no solo se trata de entender la causa, el origen, de ella, sino de creer en la posibilidad de un cambio a través de la creatividad para salir de ese ciclo. “El arte nos permite crear, movilizar, construir, soñar, curar, transformar, descubrir, reconciliar y establecer nuevas relaciones” (Tovar, 2014), nos plantea la colombiana.

La acción ritual y simbólica que el arte propicia es muy útil en los procesos de paz

Desde su perspectiva “El arte junto con otros elementos de la cultura puede utilizarse para enseñar a reconocer culpas, aprender a pedir disculpas, reparar y perdonar, pasos necesarios en una reconciliación donde las partes afectadas van a continuar conviviendo juntas” (Tovar, 2014), por lo que no solo pudiera ser un método preventivo, sino también reconstructivo, que auxilie a la sociedad que ha sido lacerada por la violencia, a reestablecerse de una manera íntegra.

Asegura en el mismo documento que la acción ritual y simbólica que el arte propicia es muy útil en los procesos de paz por diversas razones: “En primer lugar permite expresar y nombrar cosas cuando no se pueden hacer de manera directa. En segundo lugar, las palabras de disculpa y de perdón pueden sonar vacías y poco sinceras si no van acompañadas de actos significativos. Y en tercer lugar, mientras que las palabras son más cognitivas, los actos simbólicos nos llegan a nuestra inteligencia afectiva y nos tocan los sentidos de maneras diferentes” (Tovar, 2014).

Por su parte Pilar María Domínguez Toscano, en su libro “El arte como constructor de la paz social” (2014)[5], investigadora de la Universidad de Huelva, en España, asegura que el arte aplicado como terapia (Arteterapia), presenta un gran servicio para lograr una mejor integración psicosocial de sujetos, reforzamiento de sus capacidades cognitivas y perceptivas, de sus habilidades sociales y su gestión emocional.

Dentro su trabajo, Domínguez Toscano evoca las declaraciones de Rigo Vanrrel cuando defiende la importancia de integrar la acción terapéutica del arte en la cotidianidad de la Educación Artística, quien aseveraba que “Tanto en la Educación artística, como en la Arteterapia, nuestro objetivo será ayudar al desarrollo de las personas, como tales y aumentar su calidad de vida en la medida de nuestras posibilidades” (2007)

Esta investigadora española es clara al decir, dentro del citado libro, que la Arteterapia genera un proceso incluyente dentro de los grupos sociales en los que se practica, pues expone a dicho grupo a observarse como un conjunto de individualidades singulares y diversas, diversidad que es fuente de enriquecimiento. “El resultado de ese buceo interior emerge a la superficie de la obra artística mostrando que la complejidad de cada persona va más allá de la máscara adaptativa que a veces exhibimos en el escaparate social. Ese ejercicio colectivo de la expresión contradice el reduccionismo, tantas veces frustrante con que los roles catalogan, clasifican y etiquetan la variedad. Esa disolución de etiquetas, a menudo jerarquizantes, favorecen un acceso respetuoso y dignificante hacia el sujeto, y puede contribuir a neutralizar las reacciones agresivas hacia los/as compañeros/as” (Domínguez, 2014).

Asimismo es clara al mencionar que “aplicar técnicas arteterapéuticas en contextos con problemática psicosocial se justifica por varias razones: la actividad artística constituye una vía natural, constructiva, simbólica, gratificante y no intrusiva para fortalecer la autoestima del sujeto, su autocognición y aceptación y afirmar las relaciones con el educador o arteterapeuta, en climas de actividad apertura de criterios, expresión libre, comunicación fluida y confianza” (Domínguez, 2014)

Hay casos totalmente documentados en Latinoamérica que prueban lo que se ha planteado; por ejemplo en Caracas, Venezuela, existe el proyecto Círculos Culturales que ofrece fototerapia a niñas. De la misma forma, al sur de Bogotá, Colombia, otro proyecto denominado Guiño Guiñol llevó títeres y talleres de arte a las escuelas; ambas iniciativas creadas con el fin de buscar alternativas creativas a la violencia y documentadas en el artículo de Pilar Tovar que hemos tomado de referencia.

En el pasado diciembre 2016, Costa Rica celebró 68 años de haber, por decreto presidencial, abolido la existencia del ejército nacional, como consta en la página web oficial del archivo oficial de dicha nación[6]. Con esto, este país ha tenido la posibilidad de canalizar los recursos económicos que se tenían destinados para la mencionada institución castrense al rubro denominado Servicios A Sociales, donde se encuentran programas de salud, vivienda, educación, cultura, entre otros. Servicios Sociales, según consta en el folleto de presupuesto nacional ofrecido por el departamento de Hacienda de ese país[7], por lo menos en 2014, tuvo un 50 por ciento del recurso total (Dirección General de Presupuestos, 2014), lo que ha repercutido en condiciones de vida más favorables para los ciudadanos, no solamente en esos rubros, sino, principalmente en cuestiones de ingresos per cápita y seguridad.

Haberle apostado a la educación y la cultura, por encima de recursos para las fuerzas armadas, ha proporcionado a Costa Rica resultados concretos; por ejemplo: registró en 2013 una alfabetización del 95 por ciento del total de sus habitantes. En el mismo año la tasa de mortalidad por homicidios mostraba un índice de ocho por cada 100 mil habitantes; México registró, en el mismo año 19 por cada 100 mil.

En este punto de análisis en el que nos encontramos, amable lector, es oportuno, además, ofrecer una reflexión de tipo más cualitativo sobre lo que el arte ha ofrecido naturalmente a la estructura social en la que nos desenvolvemos.

Detengámonos, por ejemplo, en la pintura. Recuerde usted el último paseo por los pasillos de un museo, o, de una forma más sencilla, un recorrido virtual entre las redes sociales que le haya llevado hasta su computador manifestaciones de esta rama del arte: cada obra pictórica sin importar el estilo o el tiempo, nos lleva a un momento específico de la vida, sí del artista, pero también de una nación, de una sociedad en un momento específico; esos momentos generalmente no registrado como hechos históricos, pero que muestran el diario vivir de esas épocas, y con lo cual se entiende mejor lo acontecido en el mundo. Lo mejor de ello: esta narración nunca es la fría descripción de un texto en libro de historia, de esos con los que se inundan las aulas, sino más bien es un retrato cargado de elementos anímicos que nos hacen, incluso, sentir tal momento; inclusive nos pueden llevar a ser empáticos con dicha sociedad.

Así es el arte: nos muestra y remarca de dónde venimos y a dónde podemos llegar. Las manifestaciones artísticas, de todos los tiempos, nos recuerda la belleza del diario vivir, pero, más importante, también aquello imperdonable que nos impide avanzar como humanidad; por ejemplo la pobreza, la injusticia, la violencia, etcétera. Nos lo recuerda como denuncia, como reclamo, para poner los ojos en esta parte de la realidad, e inspirar las acciones concretas del cambio.

Por ejemplo, el trabajo del pintor mexicano Diego Rivera acusa, con obras como “Niño con pollito” o “Campesino cargando un guajolote”[8], la falsedad del discurso oficial que vanagloriaba el triunfo de la revolución, al mostrar, de una forma simple pero con gran fuerza emotiva, la realidad de un pueblo igualmente lacerado antes y después de la mencionada guerra civil.

Si quisiéramos tomar un ejemplo de otra de las siete artes, el cine, pudiéramos traer a la mente “Doce años de esclavitud” (McQueen, 2013), crudo filme británico-estadounidense ganador del Globo de Oro y el Óscar en 2013, que de forma muy gráfica muestra lo brutal y estúpidamente violento que puede ser un hombre, o una mujer, al no reconocer la dignidad del otro Ser Humano y entenderlo como mercancía o pieza de una maquinaria de hacer dinero.

Estos retratos sociales, en las diversas formas de arte, pueden llegar a ser, también, el “post it” en el “refrigerador de la vida”; ese que pegamos para no olvidar lo importante. Pueden ser el recordatorio de aquellas situaciones que hemos superado y nunca, por más tentados como sociedad que estemos, debemos repetir.

Los creadores artísticos toman en sus manos, mentes y cuerpo, un pequeño pedazo de su mundo para mostrarle desde la perspectiva de sus emociones y sus anhelos.

Al juntar dichas manifestaciones, es muy probable que vislumbremos una realidad más completa, mostrándonos un panorama concreto donde encontraremos los puntos blancos de la sociedad que necesitan seguir abrillantándose con nuestras acciones, para lograr un avance en conjunto; pero igual, destacarán aquellos negros en los cuales habrá que prestar atención, si es que realmente deseamos vivir, por lo menos, más tranquilos.

La escritura un proceso libertador y transformador

Hablemos ahora de la Escritura y el proceso libertador y transformador que puede llegar a tener.

Primeramente, si hablamos del proceso simple de escritura, ese en extremo básico que la Real Academia Española define en su primea acepción como “Representar las palabras o las ideas con letras u otros signos trazados en papel u otra superficie”, si hablamos de ese, nos sirve para transmitir un mensaje, una información y, con ello, tener la posibilidad de entablar comunicación con el otro; aquel que tenga esa misma capacidad.

Desde este básico proceso podemos visualizar que la escritura es una actividad que invita a salir de uno mismo para acercarse a los demás; una oportunidad de entablar una relación con el exterior y tener, así, una manera de convivencia; una convivencia que además deja huella, deja un vestigio, aunque sea simplemente la tinta derramada sobre un pedazo de papel.

Hasta aquí, con el proceso básico, podemos empezar a enumerar algunas respuestas de para qué sirve escribir:

  • Para enviar un mensaje, que puede promover la comunicación (si existe retroalimentación),

  • Para generar una conexión con el otro individuo y entablar relación,

  • Para hacer historia, dejar huella, dejar evidencia de mi existencia (por lo menos la tinta derramada).

Ahora bien, si entendemos a la escritura como un proceso un poco más profundo, un proceso que conlleva una sensibilización hacia los elementos que rodean al individuo, pero sobre todo, con lo que ese mismo individuo contiene dentro de su persona; si hablamos de ese proceso que nos lleva a la creación de literatura, encontraremos una repuesta más larga a la pregunta inicial.

Cuando el hombre, la mujer, se permite ser sensible al ambiente en el que se encuentra inmerso (a), cuando es capaz de visualizar hacia el interior de sí mismo (aunque sea brevemente), la escritura se convierte en una experiencia que hasta pudiéramos calificar de metafísica, pues impulsa al individuo a ir más allá de sí.

La escritura en esta forma, conduce al ser a través de un camino que lo lleva a un proceso catártico; pero no un proceso catártico que simplemente vacíe el balde de emociones y pensamientos que es el escritor; sino, por el contrario, se convierte en un proceso que sí lo desahoga, pero le permite, al mismo tiempo, reencontrarse, le permite entenderse a sí mismo, le permite revalorar su personas, reestructurar el concepto de los elementos externo e internos que lo constituyen.

Con esto, la escritura se vuelve una herramienta de crecimiento humano; pues al iniciar con una reflexión (flexionarse hacia adentro), el hombre / la mujer tiene la oportunidad (entre otras muchas) de apartarse de condicionamientos sociales que denostan la dignidad del SER HUMANO. Dentro de ese volverse hacia sí mismo a través del proceso sensible y meditado de la escritura, el individuo crea un espacio en el que no existen barreras, no hay límites impuestos por terceros, no se conocen paradigmas estructurales que impidan fluir. En pocas palabras: es un espacio de LIBERTAD.

"Una persona lectora es una persona que se permite adentrarse en el mundo de otro ser humano (el autor) y hacerse sensible a una realidad distinta a la suya": Jesús Silva-Herzog Márquez

El escritor, ensayista y académico Jesús Silva-Herzog Márquez durante su participación en la presentación de la colección “Qué leer antes de Morir” (CONACULTA, 2015), durante la Feria Internacional del Libro (FIL) 2015 de Guadalajara, Jalisco, respondía al autor de este ensayo la pregunta expresa que si creía que generar un país de lectores auxiliaría a disminuir los índices de violencia, aseverando que una persona lectora es una persona que se permite adentrarse en el mundo de otro ser humano (el autor) y hacerse sensible a una realidad distinta a la suya; por lo que se deduce que un lector puede llegar a ser una persona más empática a la necesidad y situación social que le rodea. Alberto Manguel, distinguido y multigalardonado escritor argentino que acompañaba a Silva-Herzog en la citada mesa de presentación, quiso complementar la respuesta de su colega compartiendo una anécdota que ocurrió en un pueblo en Colombia, a donde se habían enviado cincuenta libros a modo de préstamo para la comunidad, de los cuales, en el momento de retornarlos, sólo regresaban cuarenta y nueve. La iniciativa se llama “BiblioBurros”, que tenía como objetivo enviar paquetes de libros a los pueblos alejados, en la sierra o en los valles, donde sea que haya gente, en un burro para ser leídos y compartidos entre ellos. Según la narración de Manguel, el libro no devuelto por la gente de aquel pueblo fue “La Ilíada”, obra clásica de Homero.

La respuesta de los miembros de la comunidad del por qué habían elegido dicha bibliografía les sorprendió: “Hemos vivido guerras a causa de dioses caprichosos. Tal como en la Ilíada”, aseguraron. La reflexión surgida de tal anécdota para Alberto Manguel fue: “Es ese quizá, uno de los poderes de la literatura, una de las razones por las cuáles escribimos y leemos, para descubrir los mundos interiores de otras personas, de otras sociedades en otros tiempos y reconocernos en ellos. Encontrar paz y sosiego, esperanza también”[9], terminó.

Regresando al caso Costa Rica, puede decir Usted: ¿cómo comparar la realidad de un país tan pequeño como Costa Rica (tan solo 4,7 millones de habitantes), con uno tan grande como México (más de 120 millones de habitantes)? Sí, puede que tenga razón; tan solo el estado de Coahuila tiene más de la mitad de habitantes que dicho país centroamericano; no digamos Puebla o Veracruz que le rebasan fácilmente.

Tal vez sea de esa forma como debamos comenzar: atacando con cultura en porciones pequeñas, en colonias, localidades, ciudades, etcétera. Comenzar desde lo pequeño para, poco a poco, ir “vacunando” a toda la sociedad, incluyendo a quienes la han vuelto violenta.

Pongamos un ejemplo concreto de lo dicho en el párrafo anterior.

En marzo de 2013, la Diócesis de Saltillo, Coahuila, bajo el pastoreo del obispo Raúl Vera López, reconocido defensor de los derechos humanos a nivel internacional, volteó la mirada al Centro de Reintegración Social Varonil de dicha ciudad del norte de México, para ofrecer a un grupo de internos un proyecto de formación y acompañamiento de los reclusos, que consistió en el diseño y ejecución en el interior del penal, de un taller de escritura y periodismo, el cual se denominó posteriormente “El Ojo Derecho de Polonio”.

Según relata Jaqueline Campbell, coordinadora del mencionado taller, en el prólogo del libro “Tic-Tac” (Diócesis de Saltillo, 2015), obra emergida de los trabajos de los internos durante dos años de formación, “El Ojo Derecho de Polonio” buscó, basado en el Programa Mundial para la Educación en Derechos Humanos, fortalecer el respeto a los derechos humanos, el respeto a la diversidad, y la participación afectiva a través de un acercamiento a diferentes géneros literarios y periodísticos.

“Este proyecto —afirma Campbell en el mismo documento— nació como taller de escritura y periodismo para estos condenado, buscando que escribieran y adquirieran técnicas puntuales e incluso un oficio —además de permitirles reencontrase consigo mismos y acercarse más personalmente y con más confianza a los otros miembros del taller, en su momento estos individuos tendrían una herramienta poderosa de reintegración social—. Pero más que nada —prosigue la prologuista—, para que a través de sus palabras, quienes vivamos en libertad, seamos capaces de reconocer seres humanos en cada uno de ellos”. Aquí es preciso recordar lo mencionado párrafos arriba por Jesús Silva-Herzog sobre que el lector se permite introducirse en un mundo diferente al suyo, al del autor; con ello es más fácil entender las razones del otro, comprenderle y apoyarle, seguramente en un ambiente de paz, no de violencia.

Asegura, también Jaqueline Campbell, que además de aprender a escribir, se puede llegar a compartir hasta inquietudes y sentimientos. “Con la diversidad e igualdad con la que el Ojo Derecho de Polonio entró al mundo de varios interno, se cosieron algunas lastimaduras”, relata. De esta forma, es seguro que replicar este tipo de proyectos basados en la promoción de las letras, o las artes en general, ayudarán a, primeramente, sanar muchas de las “lastimaduras” sociales de este México “golpeado” por la violencia.

“Tic-Tac” reúne decenas de textos de diferentes géneros literarios y periodísticos (que van desde poesía en prosa, hasta cuentos y reportajes) escritos por los miembros del taller y que le permiten al lector, ver el mundo desde los ojos de un privado de la libertad.

Esta obra literaria ha sido presentada en varios escenarios de la República Mexicana, principalmente reclusorios tanto varoniles como femeniles, con el ánimo de motivar se generen este tipo de talleres como parte de los programas de reinserción social del Sistema Penitenciario. Asimismo, esta experiencia se ha dado a conocer en sitios culturales, como la Unidad de Servicios Bibliotecarios y de Información de Ixtaczoquitlán, de la Universidad Veracruzana, y la Feria Internacional del Libro Universitario 2016, realizada por la citada universidad pública en la ciudad de Xalapa, Veracruz.

Presentación del libro "Tic-Tac", durante la Feria Internacional del Libro Universitario 2016.

Bernando Kiñones, ex recluso participante tanto en el taller como en el libro, quien viajo desde Saltillo para participar en la presentación en la Capital de Veracruz, platicó, después de esa actividad, a un pequeño grupo de personas que le acompañaron a la comida, cómo su amor por la lectura, acrecentado y madurado por su participación en “Ojo Derecho de Polonio”, le auxilió a reestructurar la concepción que tenía él sobre el trato que merece la mujer. “Después de conocer, a través de varios libros, la vida de mujeres ejemplares y los logros que obtuvieron, puede comprender que la mujer merece ser valorada y respetada”, dijo.

En estos tiempos en los que nos hemos permitido abandonar nuestra libertad para esclavizarnos a tantas y tantas cosas, la escritura, así como las artes, se convierte en una soga lanzada al caudal que nos ahoga; una soga que se encuentra al alcance de nuestra mano, y que si nos atrevemos a tomarla, liberándonos de los prejuicios, nos dará la posibilidad de sacar la cabeza un rato para respirar aire puro y, después, continuar en el diario vivir con aires renovados; aires que, seguramente, nos lleven a la transformación pacífica de nuestra realidad.

Ojalá pronto los esquemas gubernamentales tengan la sensatez de reconocer la necesidad de apostarle a la promoción humana que se puede obtener desde los procesos creativos del arte, y se generen políticas públicas con esta perspectiva para cosechar, como hemos visto a lo largo de estas letras, frutos de empatía, comunidad y paz entre los miembros de esta sociedad mexicana. Mientras esto sucede, será compromiso de los mismos ciudadanos la práctica y la promoción de la cultura y las manifestaciones artísticas, para seguir provocando esperanza y ánimo por la Paz.

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Referencias

[1] http://economicsandpeace.org/wp-content/uploads/2016/04/%C3%8Dndice-de-Paz-M%C3%A9xico-2016_ES.pdf

[2] http://ethos.org.mx/wp-content/uploads/2016/03/Resumen-Gasto-Inteligente-en-Seguridad-1.pdf

[3] http://secretariadoejecutivo.gob.mx/incidencia-delictiva/incidencia-delictiva-fuero-comun.php

[4] Disponible en la dirección http://revistas.javeriana.edu.co

[5] Disponible para consulta en https://books.google.com.mx/books?id=-Vc6DAAAQBAJ&pg=PA62&dq=el+arte+como+construccion+social+de+la+paz+maria+pilar&hl=es&sa=X&ved=0ahUKEwi2z5ye46fRAhVk6YMKHU_4CqEQ6AEIGTAA#v=onepage&q&f=false

[6] http://www.archivonacional.go.cr/index.php?option=com_content&view=article&id=88:abolicion-de-ejercito-&catid=40:rincon-pedagogico&Itemid=56

[7] http://www.hacienda.go.cr/docs/5228c10ee0c98_Folleto_Presupuesto_Nacional.pdf

[8] Obras que se pueden visitar en el Museo de Arte del Estado de Veracruz, en Orizaba, Veracruz.

[9] El relato de Manguel quedó registrado en la nota periodística de esta liga http://digitallpost.mx/opinion/fil-de-gdl-alberto-manguel-jesus-silva-herzog-y-marina-nunez-mauricio-ruiz/


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