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Sergio López Acosta

VIVIMOS UNA PLUTOCRACIA


Del griego ploutos “riqueza y kratos “poder”, plutocracia es la síntesis del poder ostentado por aquellos con abundancia financiera y monetaria. Esto es relevante en nuestro contexto por varias razones.

Con la politización de la sociedad ya no es raro escuchar discursos de políticos y activistas donde se ahonda en la oligarquía (el poder ejercido en un pequeño grupo de la misma clase social), sinarquía (el poder ejercido por una corporación) o democracia (el poder del pueblo). Aquí entra la plutocracia, término que no es nuevo, pero resulta preciso al describir nuestra situación actual.

Se trata de un sistema de gobierno donde el dinero es la base principal. Aquel que lo tiene manda, y el que no, obedece. Los individuos con la fuerza económica suficiente pueden desplazar cualquier autoridad, incluida la del Estado y sus instituciones representativas. Otra característica es que el capital ya no es un medio para ejercer el control, sino el fin mismo, la materia prima que dicta las reglas de “el mercado”, mediante el cual se decide el destino de países y millones de personas.

Concretamente esta situación fue gestándose en México por las alianzas entre dueños de empresas multimillonarias y políticos.

Los partidos políticos no sólo obtienen financiamiento del Estado, también se ayudan de inversionistas privados que pactan alianzas a fin de obtener facilidades ante la ley que les permitan continuar con sus negocios multimillonarios, sin importar si son ilegales o potencialmente destructivos con el medio ambiente.

La influencia monopólica de los medios de comunicación masiva también afianza la legitimidad de estos actores políticos y durante las contiendas electorales los coloca como ganadores y personalidades distinguidas y honorables.

Eventualmente los roles se invierten y quienes tienen el verdadero control son los empresarios ricos y poderosos, mientras que los gobernantes, llámense presidentes, gobernadores o presidentes municipales, sirven como mancuerna para mantener el estatus quo plutócrata. La influencia del dinero se liga entonces a la extorsión, tráfico de influencias, compra de cargos públicos y a la corrupción. Además, es común que muchos miembros del gobierno sean socios de estas empresas y se lleven una ganancia extra aparte de sus exhortantes salarios.

A grandes rasgos, el aspecto financiero se impone sobre lo ético y lo moral. Las personas son juzgadas en virtud de la cantidad de dinero que poseen y pueden gastar, y la lógica capitalista de mercantilizar y comercializar absolutamente todo se sigue reproduciendo.

La plutocracia puede considerarse la gran enfermedad de nuestra historia reciente. Implica una barrera catastral para el avance del género humano, dado que encasilla la existencia en una carrera sin fin por la producción de dinero y riqueza material. Sobre el avance cultural ni se diga. Cuando únicamente impera la cultura del dinero las artes y las ciencias prácticamente se paralizan y se vuelven inútiles para ayudarnos a vivir en armonía con el prójimo y la naturaleza, desembocando en una sociedad anclada en la ignorancia y el consumismo. Habría que comprender la magnitud del problema y reflexionar si esto es lo que verdaderamente queremos.

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