A la edad de tres años, mi pequeña hija fue abusada sexualmente por su padre biológico y a sus cinco años de edad, soy yo, quien corre el riesgo de ser arrestada por no permitir que su agresor la vea.
Cuando en la calle se escuchan este tipo de historias suceden dos situaciones en tu mente: niegas el hecho o lo crees posible. Intentas racionalizar el miedo y tus (pre)juicios sobre la monstruosa persona que pudo cometer tal acto o a favor de la posible víctima. Tu mente y tu instinto luchan, porque tienes miedo que algo así pueda sucederte o algún ser querido cercano.
México ocupa el primer lugar en el mundo en abusos sexuales infantiles según la Organización para Cooperación y de Desarrollo Económico (OCDE) con 4.5 millones de niños abusados sexualmente cada año. Según el Consejo Ciudadano de la Ciudad de México en un estudio sobre los abusos sexuales cometidos a menores realizado en ésta ciudad, contabiliza que la mayor parte son cometidos intrafamiliarmente: el 30% de los abuelos o padrastros; 13% por los tíos; 11% por los padres; 10% por los primos; 8% por vecinos; 7% maestros de la víctima y el 3% por hermanos. Cabe señalar que aunque la mayor parte de las víctimas son niñas y adolescentes, también se presentan casos de abuso a niños. Existen estadísticas de Asociaciones Civiles como Casa Mandarina que señalan que cada tres de nuestros niñas o niños corre riesgos de ser víctimas de abuso sexual en algún momento de su infancia y/o adolescencia.
Chihuahua encabeza las estadísticas a nivel nacional. Baja California, con 29.7 casos, está en el segundo sitio, seguido por Morelos, con 26.3; Baja California Sur, con 25.1, y Tabasco, con 22.3 denuncias por cada 100 mil habitantes. En Veracruz hay cifras que se manejan a través de medios, sin ser oficiales. La Procuradora del DIF Municipal de Xalapa afirma que semanalmente existen 3 casos que reciben con abusos sexuales o maltrato infantil. La nueva modalidad de crimen es el feminicidio infantil del que poco se habla. CIMAC y la Red Nacional de Refugios, refieren 821 casos de niñas de menos de 14 años de edad en seis años con el 27% de niñas entre los 1 y 4 años de edad (227 casos).
Lo primero que me sucedió cuando mi hija me narró qué estaba sucediendo, fue negar el hecho. Pensé que se estaba confundiendo. Traté de conservar la calma para poder dilucidar qué es lo que estaba sucediendo. “Mi papá juega con mi vagina”, me repitió en diversas maneras. Le pregunté si la tocaba cuando la bañaba o para limpiarle solamente; o si había algunos otros momentos. Conteniendo mi furia y lágrimas en los ojos para que ella pudiera seguir con su narración, fue como pude obtener detalles. Hoy puedo decir que gracias a esa calma, mi hija pudo seguir confiando en que cualquier cosa que me contara, yo la protegería. Me narró cómo su papá le daba chocolates después de masturbarse frente a ella y tocarle la cabeza.
Les doy detalles ya que la naturaleza humana de dudar y querer saber detalles siempre aflora en estos casos. El amarillismo de la sociedad pareciera algo a lo que nos hemos acostumbrado ante la negación de creer que algo así es posible. No lo hago con razones mórbidas, sino con el fin de acallar las voces de las personas que no dan crédito, como lo hice yo inicialmente.
Muchas cosas comenzaron a caer en su sitio, los besos con la lengua que comenzó a darme mi pequeña, las infecciones vaginales recurrentes que su padre justificaba por el uso de pañales o falta de limpieza (soy la persona más higiénica en la vida y conmigo nunca presentaba estas infecciones), la depresión a su corta edad, sus llantos sin explicación más allá de lo que un simple berrinche podría significar. Su insomnio, pesadillas, el súbito miedo a la obscuridad.
Su padre se masturbaba en la ducha, en la cama antes de dormir. Le tomaba fotos desnudas. La vestía como una señorita con faldas y vestidos cortos. Peinada como si fuera una muñeca: una propiedad sexual. Solo así pude explicarme sus enfados conmigo (a pesar de que siempre intenté “llevarla en paz”) y sus constantes intentos de causar disputas. Un ser irascible que así como está “buena onda”, explota en argumentos por algo que no considere adecuado. Después de los actos llegaba la culpa de sus depravaciones, cuando comenzaba a explicarle a mi pequeña que lo sucedido no volvería a pasar. Claro que yo, para cuando comprendí lo que estaba sucediendo, me aseguré de que NUNCA volvería a pasar, ya que la mayor parte de los abusos comienza con caricias indebidas para posteriormente pasar a actos más violentos. Por supuesto que no esperaría a que esto sucediera.
“El 94% de los delitos sexuales que se cometen anualmente no son denunciados (…) por cada violación denunciada, existen nueve que no llegaron a un proceso judicial”, según el estudio denominado “Violencia sexual y embarazo infantil en México: un problema de salud pública y derechos humanos”, de Ipas México; el cual señala la violencia sexual como un factor determinante del embarazo infantil.
Pero estamos hablando de una niña de tres años. El embarazo suena algo ilógico. Cuando no pude entender lo que sucedía, busqué información por todos lados para poder racionalizar los hechos. La mayoría de los abusos no son detectados o creídos en su momento. Yo sentía vergüenza y culpa. ¿Era yo la responsable de esto? Una amiga víctima de sobrevivencia que fue abusada de los 7 a los 14 años por su padrastro me alivió. “La salvaste, lo detectaste a tiempo”. Mis lágrimas se derramaron. Durante todo este proceso la culpa me carcomía por no haberme dado cuenta antes. Mi amiga pasó siete años siendo abusada sin poder hablar del abuso. Fue hasta que tuvo 20 años que pudo develar a su madre la historia. Su familia tampoco podía creerlo.
México también es primer lugar en embarazo infantil y adolescente. El número de nacimientos en niñas de entre 10 y 14 años se ha incrementado progresivamente, alcanzando su cifra más alta en 2016 con 11,808; mientras que el 70% de las niñas y adolescentes de entre 10 y 14 años, que tuvieron un hijo, reportaron que el padre tenía entre 18 y 78 años. El resultado del estudio demuestra que 4,4 millones de mujeres encuestadas por ENDIREH en 2016, sufrieron abuso sexual durante la infancia y que 1,2 millones fueron obligadas a tener relaciones por la fuerza o bajo amenaza. Por último y la cifra más alarmante, refiere que ocho de cada 10 agresores son conocidos de las víctimas; el 67% son familiares. Lo que refleja claramente que no fueron decisiones o actos deliberados para consentir el acto sexual.
El padre de mi hija tiene 65 años. Relaciones disfuncionales como cualquiera. Un ser sociable que aparenta normalidad. Se la pasa en restaurantes y en bares del Barrio donde yo vivía y del cual me echó ante el acoso que viví por no permitir que viera a la pequeña.
Me mandó a la policía ilegalmente a la casa para intimidarme. Mis vecinos estaban allí, pero ninguno quiso dar testimonio. Claro, es más fácil desacreditarme y difundir chismes. Parece que le funcionó la estrategia, porque la sociedad le protege a él, o sino, al menos no se le señala públicamente. Le gustan las chicas y sabe seducirlas. Todo un sibarita, se clasifica así mismo. Presume de sus propiedades en Hawaii, tiene malas relaciones con su exposa y sus hijos, todos adictos a varias sustancias. Tuvo relaciones sexuales con una de sus primas. Le gusta el vino y es un gran conversador, tanto, que se le olvidan las historias y las repite cuando se acaba el repertorio. Come mal. Duerme mal. Cuando convives con alguien piensas que lo conoces, pero no es así. No tiene trabajo y vive de las pocas rentas que le pasan sus hijos en Estados Unidos. Hace creer que vive de la acuacultura. Intenta ser generoso, para seguir el juego de seducción. Hay varias teorías psicológicas que se manejan donde señalas que son personas enfermas o que simplemente vivimos en sociedades patriarcales donde se fomenta y acepta la cultura de la violación. Mis conocidos han aceptado que conviva con ellos a pesar de los escándalos y del riesgo Incluso tiene una novia nuevamente más joven, quien expone a su hijo de diez años ante esta situación. En mi sano juicio, me digo que sí yo estuviera en una situación similar, ni siquiera dudaría en salirme de esa relación, pero la gente prefiere creer las mentiras que aceptar realidades incómodas. Eso pasa con las familias, se protege al abusador por miedo a que dirán en la sociedad. Es más, hasta recurrí al Tarot para poder entender algo de lo que estaba sucediendo. La “tarotista” solo pudo decirme él odiaba a las mujeres y que esa era su formar de someterlas.
No existen perfiles específicos de un abusador sexual, lo que sí es común es que lo hagan a través del miedo o a través de la seducción. Técnicas de manipulación emocional, condicionamiento, adicciones creadas a los niños a través de los dulces, premios, emociones, mascotas, animales. En cualquier caso un abuso sexual deja secuelas dependiente del grado de abuso o violencia en la víctima. En muchas de las ocasiones, al ser un familiar el que realiza un abuso, deja en el niño un equívoco de lo que representa el amor o la sexualidad que proviene de un ser querido. El niño o niña no tienen referencia sobre lo que está sucediendo, de alguna forma el instinto les hace saber que algo no está bien, pero la audacia o presiones del abusador/abusadora pueden ser factores determinantes. En cualquier caso el niño o la niña han sido expuestos a temprana edad a la sexualidad y dependiendo de cuánto tiempo el abuso haya sido cometido y sí fue detectado, es el tipo de relación con su familiar o el perpetrador (no quiero omitir que también hay mujeres que cometen abusos).
He sabido de casos, de mujeres y hombres que han podido superar los abusos, pero también de casos de personas que en su etapa adulta se llegaron a enamorar insanamente de su padre; con adicciones al sexo y a otras sustancias, porque su mente y sus emociones luchan para poder superar un trauma de este tipo. Lo que es seguro es que las personas que no aceptan ayuda, tienen más dificultades para poder salir del abuso.
En mi caso las personas dejaron de hablarme. Hasta aquellos seres a los que considero mis amigos dejaron de invitarme a sus fiestas. El personaje del que hablo se encargó de lo demás al ver que no me defendería socialmente. Preferí concentrarme en la batalla legal que en los chismes. Y sobre todo, no quise hablar del abuso para evitar el estigma social hacia mi hija. El acoso de los agresores, aunado a la estigmatización de la sociedad hacia las víctimas de abuso sexual, relegan a las víctimas en el plano social a vivir escondidas y con temor a salir a la calle. Estoy siendo juzgada: literalmente. No sólo por las leyes sino la sociedad. Mi vida personal se volvió más importante que el tema del abuso. La vida de las personas queda expuesta cuando uno comienza un proceso de éste tipo. Las personas sacan e inventan toda la basura de la otra, con tal de desacreditar lo que dice. Como si eso fuera lo importante.
Siendo un ser racional y que se basa en la investigación, trato de entender la reacción de la sociedad. No me conocen. Él es más conocido. Podrían asumir que no es verdad, porque me he retirado de las interacciones sociales. Pueden pensar que miento. Pero las estadísticas no mienten y nos hablan del grave problema que estamos viviendo en nuestras familias y en nuestra sociedad. Veracruz es el único estado que tiene dos Alertas de Género y la violencia está llegando a nuestros hijos. Un problema grave que no queremos ver, porque tenemos miedo. Miedo a que nos suceda. Miedo a que sea cierto. Miedo a estar expuestos y sus hijos también. Y con esto, no quiero causar pánico sino una reflexión: algo está sucediendo enfrente de nuestras narices. Nuestro instinto nos lo dice, pero queremos escuchar a la mente. Ahora entiendo que estoy siendo juzgada por haber levantado la voz, por romper la cadena de los abusos.
Hemos sido víctimas no sólo de nuestro agresor, sino del Sistema de Justicia Penal y Civil, quienes han cometido una serie de irregularidades en ambos procesos y violaciones a los derechos humanos de mi hija. Los abusadores sexuales infantiles, están defendiéndose de los procesos legales, alegando la defensa de derechos humanos de nuestros hijos y aprovechando la falta de capacitación de los fiscales, jueces y los vacíos jurídicos referidos por la Suprema Corte de Justicia de la Nación en relación a los Protocolos referidos en Tratados Internacionales, como el Protocolos de Actuación para quienes Imparten Justicia en caso que Involucren a Niñas, Niños y Adolescentes. Pornografía infantil, sexualización de nuestros hijos a tempranas edades por los medios. En las escuelas, abusos masivos para venta de pornografía, padres que se manifiestan en las calles y son estigmatizados. Los pederastas viven entre nosotros y nos damos el lujo de seguir evadiendo el tema. Quién no ha escuchado la historia de una familia donde vivieron un abuso. ¿En verdad queremos seguir creyendo que no es frecuente?
El peligro inminente que sufro ahora, es que al no realizar el auto de vinculación por la juez y al no permitir las convivencias supervisadas, soy susceptible de ser sujeta por la ley y de poder ser sometida a procesos judiciales ante mi negativa de permitir que mi hija pueda seguir siendo abusada sexualmente.
La verdad es algo que se lleva en el corazón y la justicia divina la acompaña. La justicia del hombre llegará cuando comprendamos que el dolor de los otros, es nuestro propio dolor y cuando lo negamos, nos negamos a nosotros mismos.
El abuso no respeta clase social, edad ni educación
La autora es Coordinadora del
Colectivo Contra el Abuso Sexual Infantil
Contacto:
colectivocontrabusoinfantil@gmail.com