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Sergio López Acosta

LOS INTERVENTORES DE VENEZUELA


Foto recuperada de Twitter (@NicolasMaduro)

Foto recuperada de Twitter

 

Las polémicas que nos trae la cuarta transformación parecen ir en escalada. Políticos que fallecen en noche buena, una industria del #huachicol que cuesta millones de pesos y deja miles de muertos, y ahora, el posible golpe de Estado en Venezuela y la postura de México.

Para mí, es inevitable notar las similitudes en estos tres sucesos; todos han sido utilizados por la oposición para criticar de manera abierta al gobierno actual.

En el primero, prácticamente se le trató de responsabilizar de la muerte de los Moreno Valle. Especialmente el panista Javier Lozano fue quien lo insinuó, y en el acto luctuoso otros panistas le gritaron a la Secretaria de Gobernación, Olga Cordero, “asesina”. Tal acusación no rindió frutos.

En el segundo, se le ha querido culpar de provocar desabasto de combustibles por su “estrategia fallida" contra el huachicol. Y no se detiene ahí, ante la tragedia de #Tlehuelilpan, Marco Cortés, líder del PAN, entre otros más, acusaron de negligencia directamente a Obrador y al Ejército por no haber detenido a la turba que, voluntariamente, caminó hacia su muerte al tratar de hurtar un poco de gasolina. Eso tampoco rindió frutos.

Respecto a Venezuela, ahora los opositores, detractores y reaccionarios se movilizan para acusar al gobierno de nefasto, indolente y vil, por apoyar una dictadura violatoria de los derechos humanos. Los opositores, pues, quieren que México intervenga, desconozca a #NicolásMaduro y admita en su lugar a #JuanGuaidó como presidente legítimo.

Esto, puedo afirmarlo con certeza, no es una denuncia por los derechos humanos, no es una proclamación contra las injusticias de la izquierda ni menos una muestra de solidaridad, de ser así estos mismos críticos hubiera alzado la voz y detenido la violencia de los anteriores dos sexenios. No, esto es otra forma de calumnia, una más desesperada y agresiva, una respuesta más extrema ante el cambio de política donde se pretende desterrar a la corrupción y democratizar verdaderamente la vida pública. También es un intento por detener la aceptación y credibilidad que López Obrador se está ganando ante la opinión pública; y esto no lo digo yo, no es una percepción ilusoria. Lo dicen las encuestas al igual que lo dicen las calles. Cada vez hay más ciudadanos constatando que no existen motivos realistas para temer una devaluación o una debacle como la del país hermano del sur. Lejos de eso, se vislumbra la esperanza de lograr justicia social.

Pienso entonces que nuestros ánimos no deberían enfocarse en las quejas de esta oposición que a través de las redes sociales pide convertirnos en jueces, una oposición compuesta en su mayoría por politiqueros y opinólogos de derecha, que aunque lo intenten negar, coinciden con la agenda intervencionista de #DonaldTrump. Nuestros ánimos más bien deberían encausarse en leer las posibles motivaciones que tiene esta oposición: la polarización de las masas, la confusión y la desestabilización, para quizá, también tratar de derrocar al gobierno actual, que sin duda está tocando intereses de gente poderosa y corrupta.

De entre los opositores famosos resaltan Leo Zuckermann, León Krauze, Vicente Fox, Osorio Chong, Claudia Ruiz Massieu, Margarita Zavala y su partido político México Libre, cada cual con sus respectivas réplicas tanto a favor como en contra. Llama la atención que se les sume el periodista Jorge Ramos, quien es un fuerte crítico del presidente de los EE.UU.

¿Esta campaña rendirá frutos?

Tengamos presente que el afán por derrocar a Nicolás Maduro ha sido promovido desde los EE.UU., antes con Obama, ahora con Trump. Ello responde a una política intervencionista que ha dejado estragos en países como Irán, Irak, Afganistán y Siria, por mencionar los que más recientemente fueron invadidos por EE.UU. con el pretexto de mantener el orden democrático y detener la tiranía mundial. Esto como ya se sabe, sólo es un pretexto, pues se trata de la lucha global por el control estratégico de las rutas petroleras. Venezuela entra en este saco, siendo el país con mayor reserva de petróleo en el mundo.

Acotemos de nuevo que esta postura intervencionista proviene de Donald Trump, el mismo que ha hecho comentarios racistas contra México y de los que ahora parecen no tener memoria los detractores. Fue Trump quien primero reconoció a Guaidó como presidente legítimo de Venezuela vía Twitter, y acto seguido se sumaron sus aliados de Canadá, Guatemala, Colombia, Costa Rica, Paraguay, Argentina, Colombia, Chile, Perú, Ecuador y Brasil. Alemania y España se sumaron después a la discusión y advirtieron que si en ocho días no hay nuevas elecciones, reconocerán a Guaidó también. En este grupo es donde los opositores piensan que debe estar México.

Ante todo, la postura del Gobierno Federal en voz de #AMLO y del Secretario de Relaciones Exteriores, #MarceloEbrard, sigue y seguirá siendo de #nointervención, respetando la fracción décima del artículo 89 constitucional que ordena al Ejecutivo a "dirigir la política exterior y celebrar tratados internacionales, así como terminar, denunciar, suspender, modificar, enmendar, retirar reservas y formular declaraciones interpretativas sobre los mismos, sometiéndolos a la aprobación del Senado. En la conducción de tal política, el titular del Poder Ejecutivo observará los siguientes principios normativos: la autodeterminación de los pueblos; la no intervención; la solución pacífica de controversias". Según López Obrador, lo mejor es ceñirse a lo que establece nuestra Constitución y conjugar en armonía cuatro principios básicos: no intervención, autodeterminación de los pueblos, solución pacífica de las controversias y respeto a los derechos humanos.

Esta postura, basada en la Doctrina Estrada, había sido olvidada por los gobiernos de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña. Esta doctrina es la que impulsa al gobierno actual a querer contribuir en cualquier proceso que lleve al diálogo y la paz. Su postura coincide con la de Uruguay y la ONU, al querer esforzarse por evitar un escalamiento que lleve a la violencia y rechazar cualquier tipo de violencia política. En última instancia, México se animaría a servir únicamente como mediador si se lo pidieran ambas partes, Maduro y el bloque que lo quiere derrocar, pero sin tomar partido, a diferencia de Rusia y China que abiertamente apoyan a Maduro. A tal grado llega la diplomacia mexicana que el Gobierno Federal ha dicho que sigue reconociendo a Maduro porque fue electo bajo las leyes venezolanas, las cuales no nos compete juzgar. Siendo así me atrevo a augurar que México no rompería relaciones con Venezuela si llegada la hora, se eligiera a otro actor político como Presidente. Reitero, el gobierno mostraría respeto a la autonomía y autodeterminación del pueblo venezolano, siempre que sea recíproco. Dicho todavía más claro, no es prudente ni respetuoso invadir una casa ajena e imponer tus propias reglas.

Es una situación delicada ya que los venezolanos están sufriendo una incertidumbre que nadie desearía cruzar. Además, esta discusión exige reaprender el valor moral de nuestras leyes constitucionales que siempre tratan de mantener el orden y la concordia de forma pacífica. Por lo demás, creo, cualquier argumento que intente justificar nuestra intromisión en asuntos extranjeros que no nos atañen, parecerá más una excusa para desacreditar el trabajo del gobierno actual o en su defecto, un desconocimiento de nuestra Constitución y del historial intervencionista que se ciñe sobre los EE.UU.

El panorama es tenso. Maduro rompió relaciones diplomáticas con EE.UU. y ordenó expulsar a sus embajadores, mientras el secretario de EE.UU, Mike Pompeo, comunicó que Maduro no tiene autoridad para hacer eso y sólo se dirigirá con Guaidó, a quien le ofreció 20 millones de dólares como “ayuda humanitaria”. A su vez Bolsonaro en la cumbre de Davos, declaró que la izquierda es un riesgo para el mundo, que ya se ha desterrado de Brasil, Chile, Ecuador y Argentina, y debe desterrarse de Venezuela, haciendo guiños y poniendo la mira sobre México. El peor escenario para Venezuela sería que EE.UU. los invada y desate una guerra civil al estilo Medio Oriente, que dejaría muchos muertos y aun muchos más desplazados.

Desafortunadamente al Gobierno de México no le corresponde solucionar lo que pase en Venezuela. Tampoco a otro país le correspondería solucionar nuestras crisis. Nosotros debemos aprender a hacerlo por nuestra cuenta, unidos, responsablemente. Todos los países así deberían. Que no se confunda ser intervencionista con ser solidario, México siempre lo ha sido.

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