Ramón Rocha-Manilla*
“La ignorancia es la madre de todos los crímenes”
Honoré de Balzac
El cubreboca ha construido durante toda la pandemia un carácter simbólico distanciado de su auténtico uso médico; en dos años, ésta ahora prenda de protección y de moda, se ha enfocado como un poder político y simbólico de los gobiernos que dictan normas para la salud, muy a su antojo.
Su uso en medios médicos no sobrepasa los 150 años. Tras las inquietudes del médico inglés Joseph Lister, inspirado en las aportaciones del médico francés Luis Pasteur, la idea de gérmenes microscópicos que vuelan en el aire, invisibles al ojo, fue un primer paso para cambiar los vestuarios de los cirujanos quienes antes de 1864 operaban con la ropa de calle, sin guantes ni cubrebocas, lo que aseguraba la infección de las heridas quirúrgicas, por lo que se instruyeron formas de vestuario en los galenos basados en batas y posteriormente guantes.
Años después, en 1890, el bacteriólogo alemán Friedrich Wilhelm Flügge pudo demostrar qué al hablar, toser o estornudar se expulsaban gotitas como aerosoles, las cuales pueden portar bacterias o virus, conocidas ahora como gotas de Flügge. Con ello, en 1897, el cirujano polaco Jan Mikulicz Radecki promueve el uso quirúrgico de cubrebocas de gasa y con ello la mortalidad por infección de heridas quirúrgicas disminuyó aún más.
Así que la práctica de los cubrebocas tuvo mayor énfasis, logrando qué en 1905, la médica estadounidense Alice Hamilton impulsara a las enfermeras a colocarse el cubrebocas sobre la nariz para evitar contagios por la fiebre escarlata.
En 1910, el epidemiólogo chino Wu Lien-teh descubrió que las bacterias también se transmitían por el aire, de persona a persona. Su descubrimiento impulsó el uso de cubrebocas en oriente, lo que en 1911 detuvo el crecimiento de la plaga pulmonar de Manchuria.
Con la llegada de la Gripe Española en 1918, el uso y esterilización de cubrebocas tomó énfasis en los medios hospitalarios y urbanos, lo que contenía la transmisión de enfermedades como la difteria, otras bacterias, y otros virus. Así el uso de cubrebocas se hizo global, llegando a ser obligatorio el mismo en los procedimientos quirúrgicos e intrahospitalarios hacia 1926.
Su evolución en su diseño creció durante los siguientes 60 años, hasta llegar a 1992 con la creación de los cubrebocas N95, propuestos por el científico taiwanés Peter Tsai, en la Universidad de Tennessee para desarrollar una tecnología de carga electrostática, para filtrar un aproximado de 95% de partículas del aire y las propias emitidas por la boca de su portador hacia el exterior.
Desde mi formación como médico, comprendí el uso que daba el cubreboca en el hospital: el proteger a nuestros pacientes de las bacterias o virus que portáramos en nuestras bocas y nariz, de tal forma que el uso de esta prenda es para proteger a los demás de nuestros microorganismos, más allá de nuestra propia protección la cual en la práctica llega a ser modesta.
Acciones de gobiernos estatales como el de Nuevo León, o de Coahuila, y en casos particulares de gobiernos municipales de liberar el uso de cubrebocas en espacios públicos, es un desatino para la Triada Ecológica, que es un modelo médico que dice que una enfermedad se detiene si se pone una barrera entre estos tres elementos: un emisor de la enfermedad, un medio para trasportarla y un receptor para recibirla: el cubreboca es una barrera para esta triada.
De tal forma que el uso del cubreboca no es un derecho de salud para el que lo porta, sino que es un derecho para el que está frente al que no lo usa; es decir, las personas que por la liberación de cubrebocas se permiten no usarlos, trasgreden el derecho de aquellos a los que por su no uso los pueden contagiar; así que mi derecho a la salud exigiría a las autoridades que no liberaran a los otros de no usarlo.
Las gotas de Flügge, como aerosoles, se quedan esparcidos en el ambiente, por el no uso de quien las emite, y pueden ser absorbidos por los otros.
La liberación de estos es una trasgresión a los derechos de quienes se protegen, y en tiempos donde nadie puede nombrar que la transmisión e infección por el virus SARS CoV2, Coronavirus ha terminado, es un atentado a la vida, por el simple hecho de simbolizar el uso o no uso del cubreboca como un éxito en las decisiones políticas de los gobiernos.
Esperemos que las determinaciones de salud en lo público sean tomadas por especialistas en salud pública, epidemiología, infectología y medicina, y no ocurran como decisiones que surgen de la política, por funcionarios ajenos al conocimiento médico, que resultan ser disparates.
*Médico-Sociólogo profesor investigador BUAP.
gesaludypoblacion@gmail.com @ramonrocha72
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