Por Dr. Ramón Rocha Manilla*
“La indiferencia es el peso muerto de la historia”
Antonio Gramsci (1891-1937)
La Promoción a la Salud es el proceso de atención médica más antigua; usada desde los médicos griegos o mesopotámicos, o en este continente por los prehispánicos mesoamericanos, la fórmula constante se establecía en generar conocimientos, conciencia y hábitos en la población para que evitase enfermarse, y si se enfermaba, mejorar su estado de salud con consejería que iba desde la actividad física, la dieta, el control de las emociones, y la simbolización de la vida.
“Mens sana in corpore sano” (mente sana en cuerpo sano), refería la más citada promoción a la salud dictada por Platón en La República (376 a.C). Este sistema básico para mantener la salud fue guía desde la antigüedad hasta la segunda mitad del siglo XIX, en el que la economía, el mercado, la tecnología y el biologicismo médico desestimó a la promoción a la salud.
Para el caso de Mesoamérica, la promoción a la salud venía de un trabajo entre gobierno y médicos. Como lo refiere Reyes Martínez Torrijos en un artículo de La Jornada, donde describe cómo es que los nahuas aztecas enfrentaban las epidemias. Sintetiza que enfocarse demasiado en la economía a cualquier nahua le hubiera parecido una barbaridad. Las numerosas epidemias aparecieron en ellos siempre relacionadas con problemas sociales, como ocurre ahora en la COVID-19. Los nahuas decían a sus gobernantes: …”te estamos encargando nuestras vidas, nuestras almas y a nuestros seres queridos...” generando así una obediencia civil.
La importancia de la Promoción a la Salud es rescatada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en la Declaración de Alma Alta (1978). Se define Promoción como "el proceso que permite a las personas incrementar el control sobre su salud". Este término requiere enfoques participativos, más allá del poder médico; los individuos, las organizaciones, las comunidades y las instituciones colaboran para crear condiciones que garanticen la salud y el bienestar para todos.
Para el desarrollo de esta, se requiere la articulación de tres componentes esenciales: Buena gobernanza sanitaria, en la que sus acciones estimulen la menor posibilidad de enfermedad, en un plano coordinado entre todos los sectores del gobierno; Educación sanitaria, tanto en lo nutritivo, la actividades cotidianas y demás actividades comunes, y la generación de Ciudades saludables, que es hacer de todas las comunidades, campo y ciudad, espacios donde se priorice la salud.
Pero en términos operativos, la Promoción a la Salud es un fenómeno que requiere educación a la salud y una comunidad que lo reciba, y alrededor de ello las instituciones civiles, militares, gubernamentales, privadas y demás que refuercen y apoyen ese modelo. Cosa que no ocurre en la pandemia del COVID19 en México, en la cual se muestran desarticulaciones del sector privado que minimiza la pandemia por mantener las dinámicas económicas, o los gobiernos estatales o municipales, quienes orientan las acciones sanitarias de acuerdo a sus capitales e interacciones políticas, o la influencia de sectores locales, o la desvinculación con salubristas, epidemiólogos y personal de salud preparado que supere en estrategia e inteligencia las acciones administrativas de sujetos políticos en los gobiernos y empresas que buscan dirigir una pandemia sin perder sus capitales económicos y políticos a costa de la salud colectiva.
El desarrollo de 11 meses en el manejo de la pandemia en México ha mostrado una lucha de posiciones de los agentes de todo nivel de gobierno, de la sociedad civil y la iniciativa privada que reduce la Promoción a la Salud, a un proceso administrativo limitado a un semáforo epidemiológico, el cual ha ignorado a los determinantes sociales (las características de las sociedades) propia de cada comunidad.
En esta reflexión, el problema de la pandemia en México ha sido la falta de conformación de un proceso de Promoción a la Salud de manera eficiente y eficaz. Considerando que esta requiere de una buena gobernanza sanitaria, la cual no se ha desarrollado, además de las pugnas políticas, por la falta de estímulos fiscales e instrumentaciones económicas para las economías informales, requiere además un proceso educativo el cual ha tenido aciertos oficiales, con estrategias lúdicas como “Susana Distancia”, y un conjunto de muestras de educación indirecta a través de banners, carteles, folletos, videos, y demás, estas no han sido socializadas de manera eficaz, tanto desde la ejecución del Estado, como de la integración de la sociedad civil. Aunado a ello, los medios informativos como los televisivos, estimulan una contra-educación en salud a través de la normalización de las prácticas sociales hacinadas, sin higiene, y orientadas al consumo no salubre. En este sentido, la Educación a la Salud ha explotado de manera limitada la capacidad creativa y profesional de medios informativos, diseñadores, publicistas, salubristas, educadores en salud y demás profesionistas que en unos, carecen de imaginación sociológica, en otros giran la publicidad contra el contagio por COVID19, de la protección a la salud por la protección a las redes y cadenas de consumo.
En este triángulo de la Promoción a la Salud, descrito ya la gobernanza y la educación, se requiere la acción y actitud comunitaria. El rompimiento a las dinámicas de reproducción de los capitales culturales y sociales, han generado impresionantes picos en la morbi-mortalidad posterior a los hacinamientos y excedentes de socializaciones innecesarias por las festividades populares. Mientras que conceptos conocidos como la “sana distancia”, “el lavado de manos”, el uso adecuado del cubreboca y los goggles o caretas, la reproducción de actividades esenciales y otras medidas de educación a la salud han sido difundidas y conocidas, el empoderamiento comunitario ha fracasado. Suceso similar ocurre, por ejemplo, con el uso del preservativo para evitar enfermedades de transmisión sexual o embarazos: la comunidad sabe sobre la ventaja en el uso del condón, pero a pesar del conocimiento no lo usa. De tal manera, que la falta de empoderamiento comunitario es en parte por los capitales culturales de confianza existentes, como los basados desde la ideología barroca de pensar que los problemas podrán ser resueltos por favores divinos, o que las enfermedades son voluntad de Dios o de otros seres escatológicos, como por los capitales sociales que prioriza la socialización desmedida, asociado al ocio y la economía, que limita la oportuna metodología del desarrollo de la Promoción a la Salud frente al COVID19 en México.
*Médico y Sociólogo; diputado local suplente XX Distrito Veracruz.
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